jueves, 13 de mayo de 2010

poema del muerto numero M

Me condensan la escritura, las intermitencias de la muerte,
que ocultan tras sus coordenadas una melancolía continua,
que raptan las sabidurías, no transmitidas, incontinuas,
que marcan el paso de la ley lúgubre, putrefacta e incesante.

Me conmueven las sonrisas perdidas, en fotos sin dedicatoria
me remueve el empapelado ajado, viejo, y quemado,
me conmueven las sabanas tiesas y funcionales, de textura fría.
Me enloquece la llave que priva de brisa y polillas, a tus recuerdos terrenales.

Vengo escapando del olor a humedad, oliendo el olor del muerto,
que aun yace, en trance eterno y ficticio -así prefiero creerlo-
acostado en su lecho; pues es el cuarto, tabú en las cenas,
el ataúd secreto de nuestros potenciales destinos ya condenados.

¿Es su muerte una ilusión, es más real, es un reflejo, es acaso
mas destiempo y des espacio a mis ojos, o lo seria también al pie de guerra?
¿Es el tiempo de esta, mas arena decantada o mas rio transcurrido,
que el que paso por los relojes borgeanos, por sus variados poemas?

¿Es acaso el silencio, paradójicamente ensordecedor?
En la caricia primaria de tus palabras, se encuentra la luz de mis noches
En tu mirada, tan alejada a la de la muerta, tan sobrante de noches
es la oscuridad, refugio de su naturaleza muerta, un ambiente encegecedor

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