viernes, 11 de noviembre de 2011

Que triste materia la de mi cuerpo que ahora se arrastra a la bañera. Mi miembro golpeado se suspende en una pecera de sangre con olas de furia. Dibujo unas manchitas de mierda con la sabia escarlata que un tajo regala, me rio de Freud, de los psicoanalistas. Tan hijos de puta. Tan hijos de puta todos.
La noche es un reloj de una manecilla que soporta en lo alto y un segundo antes de la luz se vence y cae como un hacha hasta cortar la espesura que se abre como un vientre. Muchas cosas salen, nubes, colores raros, una esfera de fuego, la paredes reaparecen y sobre todo un niño, niño nuevo que es el día nuevo. Esta suspensión consistió de un baile raro, un vals conmigo mismo, bailando esas composiciones que son mezcla de agonía, dolor y necesidad de ser a través de no ser nada que ya era. Yo soy un monologo de esa música. Me miro y me quiero y se que pronto aparecerás en mi cabeza y ese niño, ese hachazo están muy lejos, y yo cada vez mas vacio, mas palido. Se me acaba, se me acaba esta sangre.

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