viernes, 11 de noviembre de 2011

justo ahí, entre el espacio temporal de las nueve a las diez que suele ser el cuarto del piano y los libros con biblioteca, encontré la cucharita de plata con la que tantos cafés compartimos y unos ocasionales tees. La encontré porque usted tenía un registro absoluto de las notas, y yo una ejecución que aparentaba ese mismo conocimiento; La misma se encontraba debajo de las cuerdas, que tan mal sonaron, de un sol sostenido de una octava muy frecuentada por su Schubert. Esa tecla que se quedaba abajo cuando presionaba el pedal y la hacia reír, esa nota que fallo solo tres veces. La recordé a usted que siempre sonrió y empujo sus pómulos hacia arriba como izándolos en señal de jovialidad, yo que solo vi sus dientes tres veces, lo vi brillantes, dibujando un destello en mi espectro, como la cuchara que hoy tengo entre mis manos. Que ahora lleno de saliva, y acaricio con mi bigote y la empapo de azúcar para verla otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario